Jamás había existido un número tan grande de jóvenes y es probable que nunca más vuelva a existir un potencial de progreso económico y social similar; de modo que la forma como abordemos sus necesidades y aspiraciones determinará nuestro futuro común.
Nuestro mundo es el hogar para más de 1,800 millones de jóvenes y la mayoría vive en países en desarrollo. En América Latina y el Caribe hay aproximadamente 111 millones de adolescentes entre 10 y 19 años de edad, de las cuales 55 millones son niñas adolescentes.
La adolescencia es una etapa crucial de la vida durante la cual las personas deben tener la oportunidad de desarrollar todas sus capacidades que requieren para alcanzar su máximo potencial y tener una vida próspera, saludable y plena.
Las transiciones de la adolescencia a la vida adulta requieren de inversiones de calidad en las áreas de educación, salud, seguridad, la formación para el trabajo y la posibilidad de incorporarse a la fuerza laboral productiva, además de la protección de los derechos humanos y oportunidades para participar en los procesos de toma de decisiones. Esas inversiones beneficiarán no sólo a las y los adolescentes que las necesitan, sino también a sus comunidades y países.
En el caso particular de las adolescentes, es importante asegurar intervenciones específicas que les permitan enfrentar aquellas problemáticas que les impiden alcanzar su máximo potencial –por ejemplo, la violencia y el abuso, el matrimonio a edad temprana, el embarazo y la maternidad en adolescentes– de modo que puedan mejorar su bienestar físico, económico y social. Las complicaciones durante el embarazo y el parto son la principal causa de muerte entre las jóvenes de 15 a 19 años.
Las niñas y las adolescentes en América Latina y el Caribe nacen, viven y se desarrollan en circunstancias particulares por el entrecruzamiento de dos factores que se potencian: el ser mujeres y ser menores de edad. A estos factores se suman otros que profundizan su vivencia de la desigualdad, tales como su pertenencia étnica o su área de residencia.
Transformar el presente de las niñas adolescentes, asegurándoles sus derechos a vivir en condiciones de igualdad, es una inversión clave y necesaria para asegurar que su transición hacia la adultez sea de manera plena, integral, creativa y participativa. Inversión que incide de manera directa en el crecimiento económico y en el desarrollo social de nuestras naciones.