Mary Oloiparuni tenía 13 años cuando la mutilaron. Una mañana, temprano, la sujetaron en el umbral de una puerta de su casa y le practicaron la ablación, que le provocó una hemorragia abundante y un dolor insoportable. Las cicatrices de aquel día todavía le causan dolor 19 años más tarde; dar a luz a cada uno de sus cinco hijos ha resultado una experiencia atroz y traumática.
Mary no está sola. Al menos 200 millones de niñas y mujeres que viven actualmente han sufrido la mutilación de sus genitales —uno de los actos más inhumanos de violencia basada en género que se cometen en el mundo—.
En el Día Internacional de Tolerancia Cero con la Mutilación Genital Femenina, reafirmamos nuestro compromiso de poner fin a esta violación de los derechos humanos, de manera que las decenas de millones de niñas que todavía corren el riesgo de ser mutiladas de aquí al 2030 no padezcan la misma experiencia que Mary.
Se trata de una iniciativa especialmente crucial en vista de las consecuencias físicas, psicológicas y sociales a largo plazo de la mutilación genital femenina. Esta vulnera el derecho de las mujeres a la salud sexual y reproductiva, a la integridad física, a no sufrir discriminación y a no ser sometidas a tratos crueles o degradantes. Se trata, asimismo, de una violación de la ética médica. La mutilación genital femenina siempre acarrea riesgos, independientemente de quién la lleve a cabo o de la limpieza del espacio donde se practique.
Dado que la mutilación genital femenina es una forma de violencia basada en género, no es posible hacerle frente al margen de otras formas de violencia contra las mujeres, niñas u otras prácticas nocivas como el matrimonio infantil y forzado. Para poner fin a la mutilación genital femenina debemos de combatir las causas fundamentales de la desigualdad de género y trabajar en aras del empoderamiento social y económico de las mujeres.
En 2015, los dirigentes mundiales apoyaron masivamente la inclusión de la eliminación de la mutilación genital femenina en las metas de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Es un objetivo factible, y debemos actuar de inmediato para plasmar ese compromiso político en medidas tangibles.
En el plano nacional, se requieren nuevas políticas y leyes que protejan el derecho de las niñas y las mujeres a vivir sin sufrir violencia ni discriminación. Los Gobiernos de aquellos países donde la mutilación genital femenina está extendida también deberían elaborar planes de acción nacionales para erradicar dicha práctica. Para que resulten eficaces, en los planes
deben incluirse partidas presupuestarias destinadas a servicios integrales de salud sexual y reproductiva, educación, asistencia social y de carácter jurídico.
En el plano regional, necesitamos que las instituciones y las comunidades económicas aúnen esfuerzos para prevenir el desplazamiento transfronterizo de niñas y mujeres con el propósito de que accedan a países cuya legislación sobre la mutilación genital femenina sea menos restrictiva.
En el ámbito local, es preciso que los líderes religiosos derriben el mito de que la mutilación genital femenina se sustenta en la religión. Dado que las presiones sociales suelen impulsar la práctica, hay que facilitar más información a las personas y familias acerca de los beneficios de abandonar la mutilación genital femenina.
En ese sentido, los compromisos públicos con su abandono —sobre todo cuando los asume el conjunto de una comunidad— constituyen un modelo eficaz de compromiso colectivo. No obstante, los compromisos públicos deben acompañarse de estrategias integrales que cuestionen las normas sociales, que toleran la mutilación genital femenina. El testimonio de sobrevivientes como Mary también contribuye a que se conozca la cruda realidad de esta práctica y sus efectos prolongados en la vida de las mujeres. Las campañas de promoción y las redes sociales pueden difundir el mensaje de que poner fin a la mutilación genital femenina salva y mejora vidas.
Gracias a la acción colectiva de los Gobiernos, la sociedad civil, las comunidades y las personas, la mutilación genital femenina está en declive. Pero no nos conformamos con reducir el número de casos, insistimos en erradicarla.
Dra. Natalia Kanem, Directora Ejecutiva del UNFPA
Henrietta H. Fore, Directora Ejecutiva de UNICEF
Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU-Mujeres